domingo, 13 de mayo de 2012

DE CAPILLA DEL MONTE AL DIQUE LOS ALAZANES A CABALLO

De Capilla Del Monte al Dique Los Alazanes. Cabalgué y una vez allí regresé por el mismo sendero. Lo hice en el verano del año 1950 y contaba con 25 jóvenes años. Una tarde cualquiera después de haber escuchado hablar en el hotel de la aventura que entrañaba hacer la excursión al Dique con un guía, decidí vivir la total aventura y en horas tempranas de la tarde alquilé un caballo sin decir al cuidador a donde me dirigiría. Tomé el camino siguiendo las indicaciones de un cartel de madera en forma de flecha y a poco andar noté que me encontraba en el medio de un monte y con una vegetación exuberante saturada de verdor, así comencé a transitar un sendero de mula hecho en la ladera de un cerro, es decir a mi izquierda tenía la ladera y a mi derecha el precipicio, no siempre, porque en el trayecto se va vadeando arroyos y a continuación se va ascendiendo otro cerro y descendiendo por la ladera, así después de una hora se va llegando al Dique Los Alazanes, no sin antes haber vivido una emocionante experiencia, más para un porteño alejado de ese tipo de paisajes y careciente de experiencia para ese tipo de emprendimiento, al rato de haber salido cuando uno se ve solo en medio del bosque, sin tener la seguridad de que está en el camino correcto comienza a sentir la emoción de la propia realidad y el riesgo que esta viviendo y comienza a producir adrenalina, en todo el trayecto solo encontré un paisano cerca de un arroyo distante de donde me encontraba a quien pregunté si era el camino correcto al Dique Los Alazanes a lo que me respondió afirmativamente y me trajo con su respuesta tranquilidad, yo trataba en lo posible de apresurar el paso del caballo para hacer el camino en menos tiempo y no llamar la atención al llegar tanto por el estado de cansancio del caballo como por el tiempo utilizado, imaginen hierbas en todo el recorrido y el caballo las va mordisqueando estirando el cuello pidiendo rienda y si observan el precipicio verán que hasta llegar al vado está cubierto de vegetación, ese sendero de mula hecho vaya uno a saber cuando es de pedregullo y las piedras se van moviendo con la presión que ejercen las herraduras, es decir uno tiene la sensación y es real que el caballo puede resbalar y desbarrancarse por supuesto es un riesgo latente, como también lo es, la posibilidad de asustarse ante la presencia de un animal, ese riesgo esta presente en todo el trayecto de ida como de regreso ya que es el mismo. Por suerte no viví la experiencia de encontrarme con otro jinete en dirección contraria, alguno de los dos tendría que haber retrocedido hasta llegar al vado pues no recuerdo que haya espacios para intentar las dos manos y el retroceder tiene sus propios riesgos sin duda. Lo que fui sintiendo fue un cúmulo de emociones diversas inolvidables, prueba de ello siguen vivas a través de los años, al llegar al Dique me dije objetivo cumplido y comencé a bosquejar el regreso, di agua al caballo me bajé lo dejé descansar un momento. Vaya uno a saber cuantas veces el caballo hizo el mismo recorrido pues tienen buena memoria, seguro que él al llegar al Dique sabía que tomaría el sendero de regreso, más cuando ya se encuentra en la planicie acelera el paso para llegar a su caballeriza lo antes posible. Por suerte pude contarles esta excursión que no volvería a hacer por los riesgos latentes, más la vida y los años me permitieron en otra excursión a la que fui acompañado por una joven en otra cabalgadura a tener que socorrerla al desplomarse el caballo por un síncope cardiaco, hecho raro, que no esta libre de producirse en el momento menos pensado. Uno siente orgullo por haberlo realizado ya que no trajo consecuencias. Me parece recordar que entre la ida y la vuelta tardé unas dos horas y media aproximadamente. Deseo que les haya sido de utilidad la narración, tengan en cuenta que han pasado muchos años y estamos en el 2012 y es posible que el camino o sendero ya no se sea el mismo que yo recorrí.- Juan Carlos Vidal

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